martes, 2 de abril de 2013

Biografía de Lector - Nuri

Mi primer recuerdo relacionado con libro es el ejemplar gastado de Tintín y los Cigarros del Faraón que leí a los cinco años con genuina fascinación. Con el tiempo liquidé la totalidad de las aventuras del joven reportero francés creado por Hergé y más adelante comencé con el archiconocido Harry Potter. Me aficioné al hechicero británico y J.K. Rowling encabezó a la brevedad, la lista de mis autores predilectos. A los once años terminé la heptalogía y la curiosidad me llevó a indagar en lo que en ese momento se transformó en mi género favorito. A lo largo de ese período leí la saga de El Señor de los Anillos, Los seis signos de la luz, El Jinete del Dragón, Eón y Narnia entre otros. Fue ahí cuando empecé a frecuentar asiduamente las librerías (solo las que tienen bar y no música) y me encontré con otros libros no menos apasionantes.

Descubrí a los 12 años a Ray Bradbury (y esa obra de arte El Hombre Ilustrado que definitivamente me marcó como lector) y varios clásicos que me enamoraron. Mis favoritos son Tom Sawyer (y su continuacións Las aventuras de Huckleberry Finn), Mujercitas, Oliver Twist, David Copperfield, 2000 leguas de viaje submarino y el líder de la lista Alicia en el País de las Maravillas de C.S. Lewis que cada tanto releo.

Mis mayores hazañas como lector, creo yo, fueron las de leer todo Sherlock Holmes, mi apreciado detective aristocrático, The Canterbury Tales en su idioma original y la Biblia. En contraposición mis mayores frustaciones fueron los no finalizados Moby Dick, Odisea y Crimen y Castigo.

Actualmente mi biblioteca, que invade parte del escritorio y el piso junto a mi cama, está bastante desordenada, pero se pueden ver algunos volúmenes como El rayo verde, Sherlock Time, El último enigma, La logia de los Anillos de Amatista, Así habló Zaratustra y El Anticristo (ambos de Nietzche el filósofo más buena onda que conozco), Un año con Schopenhauer, El Martín Fierro, La vuelta al día en ochenta mundos, Crónicas marcianas, Un caso secundario, etc., un par de diccionarios y manuales de historia.

El momento en el que suelo leer es la noche, en mi cama. En el taller literario al que asisto con mi compatriota Juan Francisco Diego Maximiliano Chillemi también leemos las producciones de nuestros compañeros y aunque no desprecio esto o el colectivo o una biblioteca o el colegio, lo mejor es quedarme dormido en el pequeño abismo que existe entre la realidad y la ficción.

1 comentario:

  1. ¿Cuál es la patria de los lectores? ¿Será el lenguaje en que escriben y se leen? Seguramente es un lugar interesantísimo, vasto, fascinante, hecho de preguntas, donde se ejercitan la imaginación y la creatividad.
    Los que somos amantes de la literatura y desde la infancia hemos convivido con los libros ya no podemos vivir sin ellos porque llegaron a convertirse en algo propio y necesario. Después de reír, llorar y trasnochar con las historias contadas por tantos autores, sus experiencias se transforman en una “parte importante de la vida” y, a veces, en escritura propia, puesto que leer y escribir interactúan, se desafían mutuamente, nos interpelan, nos aventuran, nos abisman.
    Gracias por compartir y nos seguimos leyendo.

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