jueves, 22 de agosto de 2013

What is poetry?

La descubría
silenciosamente,
sin dolor,
doliéndole cada veintuno de su alma.

Y la abandonaba
a su suerte,
porque era amor,
era amor, miedo y equilibrio.

También era palabras,
era fin y comienzo,
era el cielo y la montaña,
la muerte y el último aliento.

Era sexo, nacimiento y sueño.
El primer y último lecho
del placer desesperado de no existir.
Era poesía,
era él,
era ella.
Era todo.

jueves, 8 de agosto de 2013

EL

     - Vamos Critofher . que se hace tarde! - dije mirando el molesto objeto de las agujas con su permanente tic-tac.
     - Si papa ahí voy. - Antes de irme me tome mi espumoso y caliente café de todas las mañanas que me sirve como energizante  para aguantar las mil trescientas pavadas de Cvitanich, mi jefe.
     Todo iba bien como diariamente suele suceder, mi hijo a mi lado y yo con desgano respondiendole sus inocentes dudas sobre todo nuestro universo en extinción, yo con mi café que siempre lanzará su gota soberbia   y rencorosa hacia mi camisa blanca y reluciente y mi celular pidiendo a gritos ser atendido.
     Robert deja a Cristofher en la puerta de su colegio y torna directamente hacia su trabajo en donde lo espera una oficina llena de afiches e informes por completar.
     - Como anda señor Stevens? Me entregara el informe que le pedí en el día de ayer? - dijo mi jefe en eun tono impaciente.
     - Si señor, lo buscarte y en breve se lo entrego, no se preocupe. - como dije mi jefe y su impaciencia por querer molestarme van juntos de la mano.
     Robert hizo su horario como siempre hasta las 2:00 de la tarde. Saluda a sus compañeros, una serie de firmas más y se dirige directamente a su querido y perfecto auto. Luego llega a su casa impaciente por disfrutar su ultimo día de la semana con las idas y vueltas y al fin poder descansar el fin de semana.
     - Hola Jack! rápido ve a la cucha. - Saco mis llaves para abrir la puerta y en ese preciso momento veo que la cerradura no era la misma, me acerco a la ventana para avisarle a mi mujer pero veo a un señor virtuoso de corbata y camisa iguales a las mías, y se acerca a mi mujer, me mira y me cierra la cortina en la cara. Sin comprender lo que sucedía en la otra ventana al ver a Cristofher de espalda lo alerte de mi presencia pero me miro con un gran temor hacia ese tipo desconocido hacia ese entonces para mi. Habrán pasado 2 minutos y oigo venir a la policía quienes me apartan hacia un costado de mi casa y me empiezan a interrogar. Yo seguía sin entender lo que ocurría. Veía como mi mujer me miraba con ojos de desagrado y como si no me reconociera. El oficial de policía me pidió amablemente que me retirara. Asique, me retire sin entender la situación, el porque mi familia me había apartado así, pensé en una broma muy pesada pero las horas pasaron y no hubo señales de nadie.
     Esa noche dormí en mi auto, sin remedio alguno. No pude pegar un solo ojo en toda la noche. Llame reiteradas veces a mi casa pero atendían y cortaban. De esa manera pase el fin de semana, confundido.
     Al lunes siguiente desperté y fui rumbo al trabajo. Al llegar al edificio saludo a la recepcionista pero ella me miro como que no me hubiese reconocido y hizo una especie de alerta hacia los miembros de seguridad. Sin prestarle atención me dirigí hacia mi oficina y allí estaba él, en ese momento estalle de furia, intente echarlo a los gritos, tirando sus cosas, estaba enloquecido. Al ver que no se iba lo tome del cuello y estaba decidido a todo. Pero en ese momento Robert ve que en su mesita de los donde tenia un cuadro de su familia, en el cual él alzaba a su hijo Cristofher, su figura y ano estaba si no que se encontraba él, aquel hombre desconocido. Entonces, lo soltó y en ese momento los guardias lo sacaron a la fuerza. Desconcertado se quedo un momento paralizado, como en estado de shock. luego rumo hacia el auto, él ya estaba dentro. Me subí encima para que no lo lleve, pero tan solo deje que se vaya al ver que nada podía hacer...      

Alexis Bogado Kevin Farias

miércoles, 7 de agosto de 2013

capitulo dieziseis y medio : santiago gamarra riesgo


Seda

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Herve Joncour no podia dejar de pensar en la muchacha, sus ojos. Sentia como era observado. Los ojos lo observaban, no importaba donde estuviera. Dia y noche lo miraban esos ojos.
Se preguntaba de donde podrian venir.
Ocultaban un misterio. Un misterio, quizas de resolver.
Tendria que acercarse a ella.
A la muchacha.
Los siguientes dias Herve Joncour pasaba largas horas paseando por las calles de la aldea en las colinas. Los ojos mirandolo fijamente. Un dia paso por una estancia que vendia ropa de seda. La toco, sintio.
Era de primera calidad y suave como madera recien lijada. Le compro al vendedor, un anciano japones, una tunica, sin saber bien cual iba a ser su uso.
Pero con tan solo tenerla en la mano mientras caminaba le bastaba.

Ese dia fue su ultimo en el pueblo en las colinas, antes de regresar a Lavilledieu. Quizas nunca volveria a verlos. Esos ojos.


Posterior al último capítulo, Guido Danielli

  La carta que escribió Helene en japonés dejó atónito a Hervé. No entendía nada de lo que acababa de pasar, trataba de ocultar la palidez en su cara, aunque fuere imposible. Se quedó parado en el lugar, sin saber que hacer. Pensando. No quería volver a Japón, lo había decidido. Tampoco quería tener recuerdos de aquella muchacha en su cabeza. Quería olvidar todo en el pasado, dejarlo atrás. La mejor opción que creía fue ahogar sus penas en el lago, y junto a ellas su cuerpo y su mente. Al día siguiente, para asombro de todos, se hayó el cuerpo de Hervé durmiendo al lado de la tumba de Helene, con un puñado de huevos de seda en mano. Pero aunque tratacen, no hubo manera de despertarlo.

martes, 6 de agosto de 2013

Capítulo 2, Federico Echevarría

CAPÍTULO 2

El apellido Joncour llevaba sobre su espalda cinco generaciones de hombres dedicados a la Marina Nacional de Francia. Habían participado –de distintas y diferentes maneras- en acciones militares como la Guerra de Crimea, la Conquista de Conchinchina y hasta en la Segunda Guerra del Opio. ¿Por qué no permitirse pensar en Hervé como una sexta generación que continuara con esa tradición familiar que tanto orgullo les había generado?
Jamás hubiese sido un deseo para el padre de Hervé Joncour, que éste terminara comprando y vendiendo. Gusanos de seda.

Federico Echevarría