sábado, 30 de marzo de 2013

Parte de mí por Francisco Chillemi-


         En mis años de vida nunca me puse a reflexionar acerca de qué es lo que me gusta, me gustaba, lo que leí y ni se me había pasado por la cabeza ponerme a recordar todas aquellas cosas que me hicieron descubrir cuentos, novelas y obras de teatro que me caracterizan como lector.
         Por mucho que intento no logro acordarme de lo primero que leí, y tal vez es porque de chico no lo hacía habitualmente. Mis padres no me leían más que cuentos clásicos, que todos escuchamos alguna vez en la vida, como caperucita roja, etc. Pero sí sé que es lo primero que significó un cambio en mi vida como lector y por lo tanto el primer recuerdo que tengo presente a la hora de ponerme a pensar en todo esto: Harry Potter. Sin dudas es el que más me marcó hasta el día de hoy, y que inició mi interés por la lectura fuera del ámbito escolar. Tengo el libro en la misma biblioteca que tenía en ese entonces, a la que se les sumaron muchísimos libros que incluyen los cinco que le siguen en la saga; faltándome el séptimo, que está en mi lista de libros por leer. La famosa saga de J.K Rowling me atrapó desde el principio.
Habitualmente leo en castellano, aunque algunas veces lo hice en francés e inglés, por compromiso, como Vingt Mille Lieues Sous Les Mers de Jules Verne The Canterville Ghost de Oscar Wilde, entre otros.
         Muchas veces que entro a alguna librería a consultar el precio de algún libro encuentro algún texto interesante y me quedo leyendo ahí por un rato. Nunca visité una biblioteca nacional. Aunque me repitan una y mil veces que no es una forma propicia para leer me siento muy cómodo leyendo en la cama, escuchando música tranquila, generalmente jazz, o música clásica y por eso es mi lugar favorito para hacerlo siempre que me plazca. Sin embargo no puedo mientras estoy en un colectivo, en un auto, o en el subte, mientras estoy en movimiento o con mucho ruido.
         Mi biblioteca escasea de textos elegidos por mi cuenta, la mayoría solicitados en la escuela, aunque muchos me fascinaron.  En mi anterior colegio me hacían leer mucho. Es así que mi biblioteca contiene el libro Ceremonias de Julio Cortázar (En el que se encuentran un par de mis cuentos favoritos), una antología de cuentos de Edgar Allan Poe con traducción de Jorge Luis Borges (con cuentos que me gustaron mucho también); Los Miserables de Victor Hugo y El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas. (No los pude tolerar, me resultaron muy densos y los dejé a las cien páginas); Antígona de Anouilh (Que me pidieron leer para Latín); Rosaura a las diez de Marco Denevi (Que aunque me lo pidieron para leer en el colegio, me encantó); Cuentos de la selva de Horacio Quiroga (Algunos muy interesantes);  El Libro de los abrazos de Eduardo Galeano (Me lo regalaron y lo leí por mi cuenta, me encantó. Uno de los últimos que leí); El Psicoanalistade John Katzenbach (Pendiente), entre muchísimos otros.
         Lamentablemente no tengo ningún autor ni género literario favorito, y hasta ahora no sé cuál fue mi mayor ni mi menor hazaña como lector. Generalmente leo porque debo, y no porque quiero. Sin embargo, aunque muchos de mis compañeros no le encuentren ningún sentido a la lectura en la escuela, yo creo que está lleno de tácticas y recursos literarios que me ayudan muchísimo a la hora de escribir. Y esto no sólo lo aprendí en la escuela, si no también en un taller de escritura al que asisto todos los viernes, en el que aprendo miles de formas de expresarme. Más allá de todos los beneficios que tiene leer los textos que me dan en literatura, a veces se me es muy difícil leerlos. Siempre los empiezo, pero si me resultan densos o las tramas no son atrapantes los dejo, se me hace muy difícil seguir. Siempre lo hago a la noche, o cuando hay un hueco en el que no tengo nada que hacer. Siempre me pareció una manera insulsa de aprovechar las ventajas de leer un libro salteando páginas o empezando por el final